En la solemne noche del 14 de agosto, víspera de la celebración de la Asunción de la Virgen, se apagó la vida en el céntrico convento de los Padres Carmelitas un alma querida y respetada: el hermano Antonio Unzueta Echevarría, oriundo del pintoresco pueblo de Ibarra, en Aramaio, donde vio la luz en el año 1931.
Con 92 años de valiosas experiencias terrenales, este religioso alavés, cuya presencia dejó una marca indeleble en Vitoria y en toda la diócesis, fue un ferviente amante de la Historia. Proveniente de una familia profundamente arraigada en la fe y marcada por la humildad, el padre Antonio abrazó la vocación religiosa en el año 1947 y al año siguiente emitió sus votos permanentes, cuando contaba con tan solo 17 años. Su camino lo llevó a convertirse en sacerdote a los 25 años, cuando recibió la ordenación en Roma, donde también se graduó en Teología e Historia de la Iglesia por la Universidad Gregoriana, mostrando su dedicación a la búsqueda del conocimiento y la sabiduría.
La comunidad religiosa y la diócesis entera se han conmovido por la partida de este religioso ejemplar, cuyo compromiso y pasión por la Historia quedaron como legado imborrable. Su vida de fe, servicio y aprendizaje dejaron huellas profundas en los corazones de quienes tuvieron la suerte de conocerlo y compartir su sabiduría. Su amor por la Historia y su constante búsqueda de la verdad lo convirtieron en una figura respetada y admirada, que enriqueció la vida espiritual de quienes lo rodearon.
En la memoria de todos los que lo conocieron y en el legado que deja atrás, el hermano Antonio Unzueta Echevarría seguirá siendo recordado como un alma generosa, un amante de la sabiduría y un servidor incansable de la fe, que ahora descansa en la paz eterna junto a la Virgen a la que tanto veneraba.
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