La desaparición de María Teresa Eguiguren, conocida cariñosamente como Maite, sigue siendo un misterio sin resolver tras nueve años. Con 64 años en el momento de su desaparición, Maite había planeado una visita a una amiga en Ondarroa (Vizcaya), un encuentro del cual nunca regresaría. Lo último que se supo de ella fue una llamada al 112 desde la vivienda de su amiga, interrumpida abruptamente, dejando tras de sí más preguntas que respuestas.
De las tres personas presentes en el domicilio aquel día -la amiga y sus dos hijos-, dos han fallecido sin revelar detalles cruciales sobre lo ocurrido. La hija de Maite, Violeta, relata con angustia una de las últimas conversaciones telefónicas con su madre, sin imaginar que sería la última vez que escucharía su voz. La desaparición fue reportada por una vecina, iniciando una búsqueda que aún continúa.
El dolor de Violeta es palpable al afirmar con convicción que su madre fue víctima de un crimen, aunque el paradero de su cuerpo sigue siendo un enigma. “Lo que no sé es dónde está su cuerpo. No la he podido enterrar”, expresa con pesar. La esperanza de encontrar respuestas persiste, manteniendo viva la memoria de Maite y la búsqueda de justicia en este caso que ha conmovido a la comunidad de Ondarroa y más allá.
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