Los árboles ornamentales de Europa





Noticia publicada el

31 de marzo de 2023

La vegetación de usos ornamentales no solo crece en los lugares más exóticos; los bosques de Europa también gozan de la presencia de asombrosas especies autóctonas, algunas de las cuales alcanzan su plenitud en primavera.

Son muchas las especies que o bien por sus flores o bien por su estructura, o la forma de sus hojas, o el color de su corteza… llaman la atención en el interior del bosque.

Las flores blancas de los endrinos (Prunus spinosa), cerezos (Prunus avium) y espinos albares (Crataegus monogyna), son las primeras en anunciar la llegada de la primavera. En diversos puntos del jardín, cada año podemos observar la espectacular floración de árboles como el árbol del amor (Cercis siliquastrum), especie leguminosa cuyas flores moradas cubren sus ramas antes de que nazcan las hojas. El árbol de las pelucas (Cotinus coggygria) destaca por sus numerosas y pequeñas flores amarillas, que dan lugar a curiosas inflorescencias plumosas de aspecto muy delicado. Y el fresno de flor (Fraxinus ornus) embellece las riberas de los ríos con sus abundantes flores blancas y sus posteriores frutos alados, también llamados sámaras. Cabe distinguir tambien el árbol lluvia de oro (Laburnum anagyroides), con inflorescencias colgantes de color amarillo intenso.

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En otros casos, su principal rasgo ornamental se lo otorgan las hojas. Es el caso del almez (Celtis australis), que tiene hojas de borde aserrado con forma de gota y nervios que se extienden por la superficie de la hoja creando un mosaico de gran belleza. Las hojas del chopo temblón (Populus tremula) tienen un limbo redondeado rodeado por un margen dentado que cuelgan de un largo y flexible peciolo que hace que las hojas tiemblen con énfasis aunque soplen los vientos más suaves. Asimismo, el tilo de hoja pequeña (Tilia cordata) da lugar a hojas con forma acorazonada, la morrionera (Viburnum lantana) despliega hojas opuestas de tacto muy aterciopelado, y el laurel cerezo (Prunus laurocerasus) refleja la luz del sol con el lustroso brillo de la cara superior de sus hojas.

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Tampoco pasan desapercibidos los árboles que desarrollan arquitecturas curiosas como el olivo (Olea europaea), que se retuerce sobre sí mismo en la medida en que va envejeciendo, o el madroño (Arbutus unedo), que desarrolla un tronco que puede inclinarse hasta el punto de quedar casi paralelo al suelo. El abedul (Betula alba) con sus ramas colgantes, el falso carpe (Ostrya carpinifolia) con su sombría corteza negra, el abeto rojo (Picea abies) con su perfecta configuración piramidal, y el ciprés mediterráneo (Cupressus sempervirens) con su esbelto porte alargado son otras de las especies que merece la pena pararse a observar en el jardín durante la primavera.

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Si quieres conocer algunas de estas especies, te invitamos a partircipar en este recorrido naturalístico.








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